Leyenda del Cazador y el Toro
El lugar más visitado del pueblo, sin ninguna duda, es el “Castillo”, un marco de naturaleza incomparable donde se desarrolla nuestra leyenda. Se refiere a un milagro de la Virgen de Sopeña.
También tiene relación con las tareas que se realizaban en la llamada “Laguna de Añavieja”, donde después de su desecación por el año 1850, en los terrenos ganados a las aguas hubo una ganadería de reses bravas: la del Conde de Carriquirri.
Cuenta la leyenda que una de las reses bravas se escapó de la manada y se fue hacia uno de los montes. Aquí un cazador furtivo se esforzaba en cobrar cualquier pieza comestible. Cazador y toro se encontraron entre las carrascas. La carrera desbocada, el cazador, perseguido por el toro, llegó al borde de la roca que sirve de base al castillo. Desde aquí se divisa la llanura donde está enclavada la nueva ermita de la Virgen de Sopeña.
Viéndose el cazador cogido por la res brava, imploró a la Virgen. Le prometió el caño de su escopeta si salía con vida de semejante trance. El cazador se lanzó desde lo alto de la peña al vacío. “Y ¡no! No se mató… el cazador no se mató porque nuestra Virgen los salvó”.
Este es el final de la leyenda que hace años oímos a nuestros mayores al sol de las eras del castillo.
Es la imaginación del lector la que debe hilar todos los detalles que faltan a esta leyenda. Aquí aparecen los más significativos, pero según quien la cuente, se pueden añadir infinidad de matices diferentes. Unos se refieren a que el toro también se tiró por la peña y se mató. Otros dicen que la actual ermita la mandó construir el cazador furtivo. Lo que sí es cierto es que en el altar de la ermita, junto a la figura de la Virgen de Sopeña, descansa permanentemente un caño de escopeta muy antiguo.
Pablo Pascual López